26 octubre, 2009
MAXIMO LAURA según JORGE VILLACORTA
En el Perú contemporáneo, Máximo Laura es un artista de primer orden que desafía las categorías. Su imaginación se despliega con intensidad en la preparación de composiciones de gran ambición formal y superlativo impulso decorativo que dan lugar a una singular interpretación al momento de la ejecución material. Usa el telar para dar cuerpo a estas composiciones y producir tapices de cromatismos deslumbrantes en los que quedan conjugados la tradición de la textilería andina y la opción experimental y lúdica del creador que actualmente desde la plástica actúa sabiendo que el ejercicio de su libertad radica en abrir nuevas posibilidades así como en re-plantear y re-sign¡ficar lo ya familiar y conocido.
Descontada la excelencia técnica de su trabajo, su obra es netamente una visión de autor: constituye una poderosa afirmación de la relación entre el habitante peruano y la naturaleza que inspira y moldea en individuos en el seno de una comunidad, aquella sensibilidad que luego de ser trabajada y afinada de mil maneras da frutos reconociblemente culturales. Para hacerlo este artista ayacuchano recurre a menudo a presencias de personajes que se originan en el rico acervo de mitos andinos y amazónicos. En sus tapices la imagen puede llegar ser sobrecogedora por la representación del mundo y de las vidas que se agitan en él, y que son presentadas como la mayor riqueza que contiene, trátese de una selva o del fondo marino, de los aires o de las montañas. Su propuesta artística aporta concretamente una actitud defensora de la vida en diferentes hábitats nuestro país, que se viera desangrado y desgarrado profundamente hace menos de dos décadas.
Resulta obvio que él se ha formado, como todo creador de tejidos, en medio del trabajo colectivo que colorea la atmósfera de un taller; en su caso, fue en la intensidad y rigor del trabajo del taller de su padre que se hizo artífice. Es en lo referente al horizonte plástico contemporáneo que su obra alcanza, sin embargo, que Máximo Laura es casi enteramente autodidacta, si bien es cierto que conoció y aprendió a concebir el tapiz como arte plástica gracias a Ella Cremaschi a inicios de los años 80 en Lima (la gran lección aprendida de la artista argentina es la búsqueda de la tridimensionalidad a través de texturas o relieves). No ha pasado por una formación académica en arte, estricta y continua, y la plasticidad que caracteriza a su obra la ha ido desarrollando a través del tiempo. Es mucho lo que ha adquirido gracias a su gran poder de observación y su voluntad de experimentar, al tomar como modelo el ejemplo de la obra visual de distintos artistas plásticos contemporáneos peruanos de la actualidad.
El arte del tapiz es un arte milenario cuyo esplendor se dio en Europa –muy aparte de los maravillosos florecimientos en otras partes del planeta--, en paralelo al desarrollo de la pintura mural y antes de que apareciera, hacia 1400, el óleo como medio privilegiado del pintor. El tapiz medieval y del Renacimiento temprano fue una de las formas más elevadas de dominio cromático, plasticidad figurativa y maestría compositiva en la historia del arte europeo. La ambición de los artistas tejedores influyó claramente en el desarrollo y comprensión de la narrativa alegórica y metafórica que luego heredarían los pintores que ofrecían su arte a palacios, iglesias y conventos de la cristiandad. A partir del siglo XVI, al quedar ya claramente ubicado como un arte menor, su presencia e irradiación cultural declinaría salvo por brotes súbitos y extraordinarios, que sin embargo, no quedaron cohesionados en una tradición continua. Fue en el siglo XX que se produjo una revaloración del tapiz, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando empezaron a aparecer grandes eventos internacionales consagrados a él.
Debemos, sin embargo, admitir que este hilo conductor nos toca solo tangencialmente porque en la historia de las formas artísticas propias de lo que es hoy el territorio que llamamos Perú, el tejido tuvo el lugar más prominente y ha permanecido así en el mundo andino.
Máximo Laura, próximo ya a cumplir los cincuenta años, se halla en una encrucijada fascinante, entre la tradición y la postmodernidad, y de ella deriva la potencia de su propuesta. Lo paradójico es su ubicación en el contexto de las artes visuales en el Perú. Fuera de nuestras fronteras ha sido internacionalmente aclamado como artista del tejido desde hace más de dos décadas. Sin embargo, en el ámbito cultural nacional su trabajo no tiene igual difusión y por ello su obra sigue siendo una creación artística apreciada en todo su valor principalmente por grandes conocedores y entendidos locales.
Con Ofrendas, muestra consagrada al arte de Máximo Laura, el Museo del Instituto Riva Agüero celebra tres décadas desde que fuera creado, y a todas luces nos propone una oportunidad inmejorable de aproximarnos ampliamente el arte de este importante artista peruano.
Jorge Villacorta Chávez – Crítico de arte y curador independiente de arte contemporáneo
Lima, octubre de 2009
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